EL IMPRESIONANTE MAR ROJO
Después de la espectacular visita a Petra, nuestro guía nos ofertó -y nos vendió- una excursión a Aqaba, para ver el Mar Rojo, contemplar sus corales y disfrutar de un chapuzón.
El autobús nos trasladó por la conocida como "autopista del desierto", desde Petra hasta Ácaba, directamente hasta el puerto y en una embarcación, con un estrecho añadido en el suelo de cristal, que parecía una pecera y permitía ver el fondo con los famosos corales. Eso si; en el reducido espacio del medio metro cuadrado del improvisado visor.
No por nada se dice que en Aqaba se puede vivir una de las mejores experiencias de buceo del mundo. Esto es así, gracias a que el arrecife nace prácticamente en el borde del agua, perdiéndose en un desfiladero submarino a pocos metros de la orilla. Sin duda, bonita experiencia y vivencia, pero con tiempo, que era nuestra fatal limitación.
El puerto y La Corniche, el paseo marítimo más importante de la ciudad.
A lo largo de su historia, el puerto de Aqaba fue ganando cada vez más importancia como punto estratégico y centro de las rutas terrestres y marítimas que conectaban la Península de Arabia, el Lejano Oriente, África y Europa. Al día de hoy, sigue siendo un importante puerto al cual llegan barcos de distintas partes del mundo que llevan pasajeros deseosos de conocer el Mar Rojo.
Aqaba es la única salida de Jordania a mar abierto y el único puerto marítimo del país, que apenas cuenta con 27 km de costa, en el mar Rojo. Esta diminuta franja de litoral, encorsetada entre las fronteras de Israel y Arabia Saudí, se ubica en el extremo norte del golfo de Aqaba y es fundamental para la economía jordana porque la mayoría de las mercancías que entran y salen del país, lo hacen por aquí.
El Mar Rojo es el principal reclamo turístico de Aqaba. Más precisamente, el Golfo de Aqaba es la única salida al mar abierto de Jordania. Es curioso observar cómo en este rincón del golfo de Aqaba confluyen las costas de cuatro países (Jordania, Israel, Egipto y Arabia Saudí) en una franja de muy pocos kilómetros. Desde Aqaba es posible divisar las costas de Israel y Egipto justo enfrente y siguiendo la línea de costa no se tarda en llegar a la frontera saudí.
Aqaba es una ciudad moderna y grande, con un pequeño trocito de Mar Rojo. Nos encontramos en la orilla de Aqaba, desde el barco podemos observar las costas de Israel, Egipto y Arabia Saudí para conocer lo que se ha denominado el jardín japonés por el colorido de la fauna y la diversidad de corales, además los 25 kilómetros de costa jordana hasta la frontera con Arabia Saudita están considerados una de las más bellas zonas de buceo y por lo tanto, Snorkel.
Pero también Aqaba es una ciudad milenaria, en donde se percibe el peso de su historia. Muestra de ello es, por ejemplo, la que se cree que es la iglesia románica más antigua del mundo, cuyos orígenes se remontan al siglo III. Es decir, una iglesia más antigua que la del Santo Sepulcro de Jerusalén y la de la Natividad de Belén, descubierta recientemente en el puerto. La ciudad conserva las ruinas del antiguo puerto de Ayla, como se conocía la ciudad en la antigüedad.
Sin duda merece una visita con más tiempo.
A través del estrecho cristal, pudimos observar los corales.
La verdad que lo de hacer buceo para contemplar los corales de cerca ni se me pasó por la cabeza. Ni siquiera snorkel. Pero eso sí, me di un chapuzón en las aguas del Mar Rojo. Y esa experiencia ya forma parte de mi particular mochila de sobre nuestros indelebles recuerdos viajeros. Porque la excursión que nos vendió nuestro guia, fue muy resumida y cara.
Costa de Israel. Vistas de la ciudad israelí de Eilat, al otro lado del golfo.
Además, teníamos que desplazarnos al desierto de Wadi Rum a unos 62 km de Aqaba. Uno de los mejores y más sorprendentes parajes del Jordania y uno de los mas espectaculares del mundo. Y como no se pueden ocupar dos sillas con el mismo culo. Con toda seguridad deje disfrutar de mas tiempo en el desierto rojo, pero me quedé con la foto fija de Aqaba y su Mar Rojo. La verdad poquita cosa.
EL DESIERTO DE WADI RUM
Dos tercios de la superficie del Reino Hachemita de Jordania está ocupada por un desierto. Pero en concreto Wadi Rum es un valle de piedra arenisca y granito, conocido como el valle de la Luna con una superficie de 770km². Este desierto fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2011. Cuenta con la peculiaridad de tener la arena de color roja. En realidad no se trata de un desierto al uso sino de un valle desértico.
El Uadi Rum es el uadi más largo de Jordania. Uadi es un vocablo árabe utilizado para denominar las ramblas, es decir, los cauces secos o estacionarios de ríos, arroyos y torrentes que drenan regiones cálidas y áridas o desérticas. Rum, significa alto o elevado en el idioma arameo, siendo el punto más elevado el Monte Jabal Umm ad Dami, con 1854 msnm.
Este desierto se formó hace millones de años tras la retirada de las aguas del mar rojo. El astronauta del Apolo 15 James Irwin, le dijo al rey Hussein de Jordania que este desierto era lo más parecido en la tierra a lo que se puede ver en la luna. Es por ello que, en ocasiones, se refieran a él como el “Valle de la Luna”. Con ese nombre ya bautizo otro astronauta a un sorprendente lugar en La Paz y que tuve la suerte de conocer en mi viaje a Bolivia. El mismísimo Neil Armstrong cuando estaba visitando la ciudad en el año 1969, justo poco después de haber pisado la luna. Así que, James Irwin o fue un copión o tuvo un perspectiva diferente cuando pisó la Luna dos años después que Armstrong.
Cada una en su estilo y espectaculares. Pero nada que ver
El desierto de Wadi Rum en Jordania, cuyo nombre significa «Valle Alto», es uno de los paisajes más impresionantes del planeta. Más de 100 kilómetros de arena roja salpicados de sobrecogedoras formaciones de arenisca y granito.
«Inmenso, solitario y como tocado por la mano de Dios» así definió el oficial del ejército Británico Lawrence de Arabia el desierto de Wadi Rum ubicado en el sur de Jordania. En la actualidad se ha convertido en uno de los principales atractivos del Reino Hachemita.
Wadi Rum esta ligado íntimamente con el gran Teniente Coronel Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Este teniente se hizo muy famoso por vivir en el desierto y asesorar a los líderes de la Gran Revuelta Árabe contra el Imperio Otomano. Lawrence utilizo Wadi Rum como base de operaciones durante los años 1918-1919. Asesoró a las diferentes tribus que vivían en este desierto para que unieran sus fuerzas en la lucha contra los turcos-otomanos, con la que conseguirían la victoria en la Batalla de Aqaba. Una hazaña que el cine inmortalizó en la famosa película que lleva su nombre, el director David Lean, protagonizada por Peter O'Toole. También se han rodado otras tan conocidas como 'Misión a Marte' o 'Planeta Rojo'.
Antes de llegar al centro de visitantes de Wadi Rum, hay una estación de tren abandonada, desde el autobús vemos una vía muy estrecha que cruza el desierto. Es el ferrocarril del Hiyaz, una línea de tren de vía estrecha que unió entre 1908 y 1916 las ciudades de Damasco y Medina, a través de la región del Hiyaz, en Arabia Saudí.
El proyecto original contemplaba que comunicar la Kadıköy con La Meca. Sin embargo, la construcción se vio interrumpida a causa de la Revuelta Árabe, acaecida en el marco de la Primera Guerra Mundial, y la línea no se extendió más allá de Medina, a 400 km al norte de la Meca. El ferrocarril tenía una extensión de 1300 km. Como consecuencia de la revuelta, el Imperio Otomano la utilizaba para desplazar materiales y tropas a su paso por este desierto.
Fue destruida a inicios del siglo XX por Lawrence de Arabia como parte de su estrategia para hacerse con buena parte del mundo árabe, dominado en ese entonces por los turcos.
Pasados los años y siendo Jordania un país independiente, se decidió a principios de los años 70 ( entre 1972 y 1975 ), la construcción de una conexión ferroviaria entre las minas de potasa del interior de Jordania y la ciudad costera de Aqaba.
Éste no es el típico desierto formado por dunas de arena, aunque también las hay. Aquí se combinan grandes extensiones de terreno arenoso con gigantescas moles rocosas de color rojizo que constituyen uno de los paisajes desérticos más cautivadores del planeta. Se encuentra a 1.600 metros sobre el nivel del mar.
Sus formaciones de arenisca se encuentran decorados con cerca de 30.000 inscripciones. Primero fueron las tribus del sur de Arabia, y después los nabateos, que se establecieron allí hasta el siglo IV a. C.
Llegamos al campamento del centro de visitantes donde tenemos previsto hacer un recorrido por el desierto en vehículos 4x4. Un paseo que te adentrará en el desierto para descubrir este maravilloso paisaje.
En Wadi Rum viven unos 500 beduinos de la tribu zalabia, la mayoría vive en Rum Village, el único asentamiento dentro de este espacio protegido. Pero algunos siguen manteniendo su vida nómada y viven en tiendas en el medio del desierto.
El nombre de los beduinos provine del árabe «Badawi» que significa «habitante del desierto». Son originarios de la península arábiga. Aunque en el siglo VII, con la extensión de los árabes, se concentraron en las zonas más desérticas de Jordania, Siria, Arabia Saudí e Irak y se extendieron por el norte de África (Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia, Malí y Libia) .
Yo me preparo para la ocasión y me encasqueto la hatta tradicional jordana, de fondo blanco con motivos rojos. llamada comúnmente kufiyya en el mundo árabe.
No soy el único que se envuelve la cabeza para protegerse.
Esperamos un rato hasta que comenzamos la excursión en jeep por el desierto. Ya nos están empezando a preparar la comida cocinada a la antigua usanza beduina, asada en las brasas enterradas en la arena.
El cocinero beduinos con su túnica blanca que le cubre todo el cuerpo, excepto la cara, manos y pies y les protege contra el sol y la arena. Esta túnica se llama thawb.
Esta mole de granito se encuentra dominando el horizonte del Centro de Turismo de Wadi Rum, y se eleva sobre la arena roja a modo de inmensas columnas -que ni siquiera son siete- agrupadas en un macizo de belleza inigualable. Dicho nombre fue tomado por Lawrence del capítulo noveno del Libro de los Proverbios de La Biblia.
Esta claro que todos los desiertos no nos iguales. Cada una tiene su tamaño, su textura, su forma de crear dunas y ondas y su tonalidad. La de Wadi Rum es roja, bueno, de un naranja intenso. Pero el color de la arena varía en función de la zona y el color de de la piedra de que tengan sus montañas. No es ésa la única característica que diferencia Wadi Rum: el desierto rojo de Jordania tiene paredes de arenisca, los jebel –una fuente casi inagotable de más arena–, que van creando caminos entre ellas. ¿Por qué esas paredes? Porque el desierto se encuentra en el valle –Wadi– por donde antiguamente discurría un río.
Contrastes de colores en la arena
Comenzamos el tour en un Jeep 4x4, vamos pasando pequeñas elevaciones de arenisca y nos dirigimos a ver unas peculiares formaciones de roca conocidas como "puentes". Sientes la brisa del desierto en tu cara, mientras descubres la belleza de Wadi Rum, que va pasando delante de tus ojos.
A medida que se avanza por la arena, llama la atención los preciosos cambios de tonalidades del desierto. Durante el día están representados por la arena y montañas con distintos colores donde sobresalen el rojo, amarillo y naranja.
A lo largo y ancho de su extensión podremos ver como la acción conjunta del viento y la lluvia han labrado desde puentes de roca hasta estrechos cañones en los que guarecerse del calor del desierto y abastecerse de agua en alguno de sus aljibes naturales.
Hacemos alguna parada para sacar fotos.
Seguimos la ruta y visitamos varias formaciones de rocas preciosas como puentes de roca.
La arenisca es una piedra muy frágil. El viento y la fricción con la arena que mueve desgastan las paredes creando formas caprichosas como los grandes arcos o puentes rocoso que se alzan en mitad de Wadi Rum. Tres son los más reconocibles: Umm Fruth, en lo alto de una pequeña colina que hace complicado el acceso; Wadak (Rakahbt al-Wadak), el más conocido y al que más fácil es subir; y el de Burdah, a unos 80 metros de altura.
Nosotros estuvimos en el segundo.
Podemos ver como la acción conjunta del viento y la lluvia han labrado estos puentes de roca, que han erosionado las partes más blandas de arenisca y dejando al descubierto las zonas más duras.
Un tour por el desierto no puede dejar afuera sus famosos puentes de roca. Estas formaciones son de las más fotografiadas del diserto. Arcos de piedra que se elevan por encima del desierto son solo algunas de las imágenes que fascinan en este inhóspito pero mágico rincón de Oriente Medio.
Nuestro chofer nos hace algunas piruetas con el 4x4, retando a las pendientes de la duna para quemar adrenalina. La mayoría de vehículos están adaptados para que marchemos detrás, al aire libre y sin ningún tipo de seguridad. Por tanto, el loco no se pueden hacer a no ser que quieran que salgamos volando.
Los efectos de la intemperie, la erosión eólica y la desintegración de los bloques de arenisca derrumbados, siguen produciendo la gran cantidad de arena que cubre los suelos y que forman dunas trepadoras.
La duna es desafiante y su arena socava tu escalada ya que se cae debajo de tus pies. Mientras luchas por llegar a su cresta. Pero sin duda es una de las mejores formas de conectar con un desierto al sentir la arena de sus dunas.
Regresamos al campamento donde comeremos un plato típico de la comida beduina tradicional y de la cocina jordana. El Zarb que es un plato de carne en Jordania, especialmente en la zona desértica de Petra y Wadi Rum. Zarb se prepara en un horno sumergido también llamado tabú.
Es una receta que se ha cocinado y transmitido durante cientos de años. Bajo el tórrido sol, era una necesidad que los beduinos viajaran ligeros. La mejor forma de hacerlo era creando un horno en la propia arena del desierto.
El Zarb, una auténtica barbacoa beduina que se prepara y cocina dentro de un agujero excavado en la arena, que funciona como si fuera un horno, donde se enciende el carbón o leña, se introducen los alimentos y se tapa con una alfombra para mantener el calor.
Para introducir los alimentos, se utiliza una estructura metálica con varios pisos llena de verduras como zanahorias, papas, y diferentes tipos de carne, en especial, pollo y cordero, la cual se «entierra» en el suelo.
A media tarde tengo que desplazarme a Ammán, más de 300 Km y 4 horas largas de recorrido. Del grupo de 11 personas que hemos compartido este viaje, 8 se quedan a pasar la noche en el desierto y ampliaran visitas mañana.
Cuando programé el viaje no tuve en cuenta el ampliar un día la visita a Wadi Rum. Y la verdad que me pesó y más cuando me pasaron algunas fotos del atardecer y la puesta de sol en el desierto, cena beduina, una magnífica noche de cielo estrellado. Además de ver amanecer y el sol salir en el horizonte de este precioso paisaje. Completando la visita con otros puntos de interés como: Escalar al gran Puente de roca Umm Fruth y ver otras formaciones curiosas, , recorrer el cañón Abu Khashaba y atravesar el de Khazali, y ver sus petroglifos e inscripciones que convierten a este impactante desierto en una auténtica enciclopedia grabada en su rocas de granito y arenisca reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las inscripciones y petroglifos de de Anfashieh, Alameleh y de Jebel Khaz’ali son testimonio de más de 12.000 años de interacción humana con el medio ambiente natural. Los estudios realizados datan la mayoría de las inscripciones entre los siglos II a.C. hasta el IV d.C. junto a una pequeña cantidad de grafitis árabes medievales y modernos
A lo largo de Wadi Rum, se pueden encontrar muchos lugares con inscripciones nabateas -Los constructores de Petra- que se utilizaban como antiguas instrucciones para que los beduinos pudiesen atravesar el desierto, dónde encontrar agua o animales para cazar. Los miles de petroglifos que se han encontrado en el Wadi Rum son los motivos por los que este desierto fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
“Inmenso, solitario..., como tocado de la mano de Dios”. Con estas palabras se refería a Wadi Rum el oficial del ejército británico Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Y el eco de su voz se escuchó en todo el desierto al exclamar: “Enorme, Resonante, Divino”.
Simplemente puedo decir que tuve la fortuna, de visitarlo -visita corta, pero intensa-, de recorrerlo, de admirarlo y, en cierta forma, de sentirlo. No es preciso escribir más.
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