UN INMENSO MAR DE SAL; UN LUGAR QUE QUEDA GRABADO A FUEGO EN LA RETINA DEL VIAJERO
Relato de mi visita a la maravillosa e ingente planicie blanca de cloruro de sodio y litio que me espera resguardada en el suroeste de Bolivia. Una extensión infinita como de campo nevado , donde el cielo es puro azul y la blancura del salar se potencia.
“Hace 40 mil años esto era un lago de minerales. Pero el agua se evaporó, subió el cloro y se formó el salar”.
El salar es remanente del antiguo Lago Tauca que tenía una salinidad de 80 g/l se cree que la dinámica entre varios lagos ya extintos ayudaron a la acumulación de sales y posteriormente, cambios en el clima llevaron a la evaporación de los mismos dejando como remanentes el lago Poopó, el Salar de Coipasa y el Salar de Uyuni.
Un entramado infinito de hexágonos que dibujan el suelo.
Me desplazo desde la famosa Villa Imperial de Potosí y su famoso Cerro Rico donde los conquistadores ordeñaron la mina de plata mas grande del mundo y disfrutaron de un lujo increíble para aquella época.
Hubo un tiempo en el que la plata dominaba el mundo, un tiempo en el que un pequeño pueblo boliviano se encontraba entre las ciudades más ricas del planeta. Su riqueza llegó a ser tan grande que hasta Miguel de Cervantes, en su monumental obra Don Quijote de la Mancha, menciona dos veces las minas de Potosí. A fines del siglo XVI y principios del XVII—, Potosí era una ciudad tan conocida como Madrid y París y así es mencionada en dicha obra. He visitado la que durante los siglos XVI y XVII fue una de las ciudades más importantes del mundo y aquí, como en cualquier lugar en su época, la riqueza tenía nombre propio: plata. Sirva como dato que en el año 1625 tenía una población de 160.000 habitantes, por encima de Sevilla.