LLEGADA AL PEQUEÑO REINO DE BUTÁN
¡Kuzuzangpo! ¡Bienvenidos y bienvenidas!
Cuando hace casi cincuenta años el antropólogo y explorador francés Michel Peissel recibió la autorización para ser el primer occidental que recorriese Bután, el Reino del Dragón vivía aún en una sorprendente, a la par que bien organizada, Edad Media.
2.023-05-16 VUELO KATMANDÚ A PARO
Hoy comienzo a disfrutar de pleno mi estancia en este pequeño reino del sur de Asia, con una extensión similar a la provincia de Extremadura. Un país interior, sin salida al mar, enclavado entre los pliegues de la cordillera del Himalaya que le aprisionan entre sus dos gigantes vecinos, China y La India. Me encuentro aquí, en el pequeño Reino de los dzongs, las estupas y las banderas de oración, con un patrimonio natural y cultural casi intacto, Bután basa su atractivo turístico en el ritmo lento que rige los días tanto de locales como de visitantes.
He leído que Bután deriva de la palabra Brotanta, que en sánscrito significaba regiones que envuelven el Tíbet.
En Bután, como en toda Himalaya, hay tormentas de truenos y relámpagos muy frecuentes y espectaculares, sobre todo por el eco que provocan las montañas. Dicen las creencias populares que los relámpagos son el fuego que el dragón celestial arroja por la boca y los truenos son su voz.Por eso, los tibetanos dieron el nombre de Druk Yul (la Tierra del Dragón) a Bután y de drukpas sus habitantes.
Dicen que el vuelo de Katmandú a Paro, en Bután, es uno de los más adrenalínicos del mundo. La aproximación al aeropuerto impresiona, Cuando el avión vira a través de una brecha en las montañas, entra en un estrecho valle muy pegado a las empinadas paredes de sus laderas. El piloto tiene que aterrizar entre montañas de 5.000 metros y a 2.237 metros de altitud y la maniobra es complicada para colocarse y entrar en la pequeña pista de 1200 m de larga y rozando los edificios cercanos. Finaliza la corta pista y aparece el rio Paro Chhu que fluye a través del valle de paro.Todo un desafío, para el piloto y para los pasajeros, que vemos cómo el avión se inclina verticalmente para entrar en un estrecho valle, casi rozando las casas en las laderas de las montañas.
La modernización de este abrupto reino medieval y frágil es reciente. El aeropuerto fue construido en 1962. En el aeropuerto de Paro solo operan dos líneas: una es Druk Air, con la que vuelo desde Katmandú y la otra es Bután Airlines. Tengo una hora apróximadamente de vuelo. Aterrizar en el aeropuerto de Paro dicen que produce vértigo. Rodeado de los paredones de los Himalaya, montañas de más de 5.000 metros. Pero dicen que no hay de qué preocuparse porque los pilotos tienen suficiente habilidad para aterrizar, haciendo auténticas virguerías. En el mundo solo hay un puñado de pilotos autorizados para despegar y aterrizar en el aeropuerto de Paro, por eso está clasificado dentro de los diez más peligrosos del mundo.
Solo se puede volar bajo una serie de circunstancias muy determinadas: solo se puede hacer durante el día y con perfectas condiciones de visibilidad. Aún cumpliéndose ambos preceptos, es posible que el aterrizaje sea realmente complicado, pues los fuertes vientos de la zona complican una maniobra que, ya de por sí, es difícil por lo milimétrico de la misma. Una turbulencia a destiempo puede ser catastrófica para el piloto.
VIDEO ATERRIZAJE EN PARO
El trayecto de ida o de regreso en avión si te sientas en el lado correcto puedes regalarte una de las mejores vistas aéreas de toda tu vida. Para llegar al destino el avión sobrevuela los ochomiles del Himalaya y sus ventanillas se convierten en el mejor balcón posible a la cordillera.En este viaje no he podido disfrutar de la espectacular panorámica aérea de los himalayas. Tuve mas suerte en el vuelo de vuelta y pude observar las altas cumbres de la cordillera que sobresalen sobre las nubes Su nombre procede del sánscrito Himā-laya, que significa “morada de nieve”
El avión sobrevuela el Himalaya y hace un último requiebro a la cordillera antes de descender sobre un valle para aterrizar en el pequeño aeropuerto de Paro, la única ciudad de Bután que cuenta con conexiones aéreas internacionales.
Bután es uno de los mejores países para reconectar con la naturaleza y sucumbir al turismo activo en forma de jornadas de trekking o alpinismo. Sin embargo, los más aventureros debéis tener en cuenta que en Bután no se puede practicar el alpinismo por encima de los 5000 metros de altitud al considerar las montañas más altas como sagradas. En Bután no quieren montañeros que hoyen las nieves sus cumbres mas altas. Los butaneses creen que en las montañas más altas viven espíritus, son considerados sitios sagrados a los que no hay que ir para no molestarlos. Por este motivo la montaña más alta del país, llamada Gangkhar Puensum con 7.570 metros de altura, nunca ha sido conquistada. Se cree que es la montaña más alta del mundo sin conquistar.
Todo viaje a Bután comienza y termina aquí, en Paro y es que en Paro se encuentra el único aeropuerto del reino de Bután. No solo da nombre a la ciudad sino al valle que se extiende a lo largo del río Pa Chhu.
Aterrizaje sin contratiempos en Paro, un pequeño y curioso aeropuerto de colorida arquitectura tradicional. Pongo los pies en tetritorio Bhutanés y de la pista a la terminal, para llevar a cabo los tramites de entrada en el país. Una mirada a mi alrededor y al lado de la pista de aterrizaje aparecía un edificio cuya decoración se parecía mucho a la de los monasterios que habíamos visto en fotos, y que no resultó ser otro que la terminal del aeropuerto muy alejada en su diseño de los actuales y modernos edificios a la que estamos acostumbrados a ver en nuestros viajes.
Hacia esa acogedora construcción nos dirigimos con paso rápido los viajeros para comenzar nuestra aventura en este país de cuento y con una extensión menor a la de Extremadura. Llegar hasta aquí no es fácil ni tampoco barato: los vuelos son escasos y Antes de viajar a Bután, debes saber que el país asiático exige una «tasa mínima diaria» para cada uno de los visitantes, la cual se incrementó tras la reapertura de las fronteras en 2022 a causa de la pandemia. Actualmente, el viajero deberá desembolsar 200 dólares por noche (mínimo) a fin de contribuir a la tarea de conservación que gestiona el gobierno butanés. Sin embargo, a diferencia de años anteriores en los que el viajero debía contratar todo el paquete turístico con una agencia de viajes en su propio país, ahora también se podrán contratar servicios de proveedores locales in situ. Bután, no es lugar para mochileros ni para la improvisación. Poco más de cien pasajeros que nos atienden en cuatro mostradores. Me llamó la atención que los empleados visten ropa tradicional, la ropa que usan los hombres se llama «go». Consiste en una faldita de cuadros que les llega hasta la rodilla. En la parte de arriba, tapando la camisa, llevan una pañoleta tamaño XL que les cruza todo el torso. Además usan calcetines largos que les llegan hasta al borde de la falda.y las mujeres, la kira, con su multicolor falda entallada con chaqueta corta. Todos los ciudadanos de Bután están obligados a respetar y observar el código de vestimenta nacional, denominado Driglam Namzha, durante las horas diurnas mientras se encuentren en sitios públicos.
Los trámites son sencillos, presentar pasaporte y visado, también me piden el certificado Covid. Todo el orden y preceptivo sello de entrada para comenzar a disfrutar de lo que los butaneses conocen como Druk Yul, -La tierra del dragón del trueno-, una metáfora que hace mención a las tormentas potentísimas que se forman en las cimas del Himalaya.
He venido con la intención de disfrutar en este pequeño y único reino en el Himalaya, de lo que va faltando en el mundo: Paz interior, buenos alimentos (vegetarianos), conservación de la naturaleza y de la cultura. Si bien es cierto que no se puede comparar con Shangri-la, el mítico valle donde la gente no envejece. Pero los butaneses creen en las reencarnaciones, sobre todo en las de los altos lamas, y ésa es una manera sutil de no morir.
Después de la anexión de Sikkim India y el derrocamiento del rey Gyanendra de Nepal, Bután se convirtió en el último estado monárquico en el Himalaya.
El Dragón Tronante de la mitología butanesa es un símbolo nacional. |
La leyenda cuenta que cuando un gran santo tibetano estaba construyendo un nuevo monasterio en el Tíbet, escuchó un fuerte trueno en sus sueños, que creía que era la voz de un dragón (druk) que proclamaba las enseñanzas de Buda. Llamó a ese monasterio 'Druk'. Cuando su escuela de budismo Mahayana se introdujo como religión estatal de Bután en el siglo XVII, el país fue nombrado Druk Yul (La Tierra del Dragón del Trueno). Se dice que la Tierra del Dragón del Trueno, Druk Yul, recibió el nombre de 'Bhoo Uthan', que significa Tierra Alta. Pero poco a poco la pronunciación cambió y el Reino finalmente se llama hoy "Bután".
VIAJE A THIMPHU O TIMBU CAPITAL DEL REINO
En las afueras del aeropuerto mi primera toma de contacto es el guía que me está esperando con un chofer. Se presenta como Norbu y me uno a un grupo de tres angoleñas con las que compartiré equipo en este viaje. Después de las presentaciones, directamente viaje a Thimphu o Timbu, la capital del país en una cómoda furgoneta. Así que aún teníamos pendiente conocer esta ciudad y sus alrededores en nuestra última etapa de viaje por Bután.
Esta pequeña ciudad de Paro, con apenas 12.000 almas, la visitaremos los últimos días de estancia en Bhutan. Paro fue, tras Punakha, capital del reino hasta 1962, cuando Timbu tomó el relevo como centro político del reino.
Una hora larga de viaje para recorrer menos de 50 km por una sinuosa carretera entre montañas cubiertas de árboles, que rodean el estrecho valle. Los curioso es que estas montañas que íbamos viendo no tienen nombre. Resulta que sólo los picos de más de 6000 m de altura tienen nombre propio en Bután. Las que teníamos a nuestro alcance no eran más que “montañas comunes” de “sólo 4000 m”, sin derecho a identidad propia.
El paisaje compensa con creces la lentitud del traslado. El estrecho valle se acurruca flanqueado por empinadas montañas que se elevan cubiertas de árboles. Banderas de oración budista lanzan sus multicolores plegarias desde cualquier rincón. La carretera sigue el curso de las fuertes corrientes de agua que baja el río Paro y que contribuyen en la principal fuente de riqueza de Bután que proviene de sus ríos. Bután confía en la bravura de sus ríos para generar energía hidráulica.
Las centrales hidroeléctricas suponen una suculenta fuente de ingresos, exportando a la India el 80% de su producción, que abastece a los gigantes industriales. Bután carece por completo de factorías, y compra a sus amados vecinos indios todos los productos manufacturados, combustibles, tecnologías, etc. Este país vive a la sombra de la India, con quienes tienen unas excelentes relaciones. No así con sus también vecinos del norte, los chinos, las antipatías se antojan irreconciliables.
Son más de las cinco de la tarde y no va a ser posible realizar las visitas programadas. Nuestro guía nos indica que las realizaremos en los próximos días. Una de ellas la visita al Dzong Lhakang Tschgang <<el templo del caballo excelente>>, que data del XV. que viene a ser la construcción butanesa por excelencia. Este castillo fortaleza o monasterio budista, se encuentra a lo largo de la carretera Paro-Thimphu, justo después del pueblo de Isuna sobre una colina Está a solo 10 minutos a pie de la carretera y desde nuestro vehículo podemos verlo.
Nuestro guía se llama Norbu y nos iba narrando costumbres, tradiciones, formas de vida, y así empezábamos a descubrir las peculiaridades de este país. Un pequeño reino escondido del mundo.
Uno de los encantos de Bután son sus Dzong, las fortalezas-monasterio que aparecen por todo el país |
El país cuenta con diferentes dzongs o fortalezas-monasterios, que se construyeron principalmente en el siglo XVII con fines defensivos, administrativos y religiosos, ya que, por su ubicación, eran perfectos para la vida tranquila y meditativa que necesitan los monjes budistas. La palabra dzong se nos hará familiar en los siguient5es días. En tibetano, designa a la construcción pensada para albergar una comunidad monástica, pero edificada con las hechuras de un castillo y así defenderse de los atacantes y dar cobijo a la población. Bután está organizado en torno a ellos, delimitan las provincias y cuentan la historia del país.
Situado en la parte centro-occidental del país, se convirtió en la capital en 1961.Una puerta de entrada nos da la bienvenida a la ciudad. Llegamos a la capital y mayor ciudad de Bhutan que con poco más de 100.000 habitantes. Thimphu, la capital del reino de Bután, es el principal centro de comercio, religión y gobierno de este pequeño país escondido entre montañas en la gran región del Himalaya.
La capital del país se adapta como un guante a la estrecha geografía del valle que la alberga.
Sorprende también que sea la única capital del mundo sin semáforos y que se vertebra sobre una gran calle principal y comercial sin grandes edificios. Nuestro hotel se encuentra en una calle paralela, el City Hotel Thimphu, un excelente hotel de cuatro estrellas.
Antes de cenar, doy una vuelta por la ciudad y me acerco a la calle principal Norzim Lam, donde están los establecimientos comerciales a ambos lados de la calle. Visito varias tiendas y me vuelvo hacia el hotel, ya está anocheciendo y la cena es a las ocho de la tarde.
En la cena me sorprenden con cinco o seis bols de comida pero "verde que te quiero verde" por cantidad que no quede. Los butaneses sí comen carne y pescado, pero poco. Y es que los butaneses creen que todos los animales pueden ser reencarnaciones de personas con lo que evitan a toda costa matarlos. Se dice que en Bután no se mata ni un animal puesto que la carne y pescado que se consume viene importada de la India. Creo que uno de ellos es el plato insignia local, el ema datshi, compuesto de queso y chiles en la misma proporción. A los butaneses les encanta el queso, la comida vegetariana y, sobre todo, los sabores picantes. El chile es omnipresente en su gastronomía.
Conforme a sus principios budistas, la austeridad también se halla muy presente en la gastronomía del país. La base de la dieta butanesa es eminentemente vegetariana, y sus cartas se componen habitualmente por legumbres, verduras, tallarines y como no, el arroz, que curiosamente presenta un color rosado, y que no falta como acompañamiento en ninguno de los menús. En ocasiones ponen pollo o pescado que importan de la India.
Es un tipo de cocina asiática marcada por el uso de pimenta, arroz rojo y patata y por la gran influencia que recibió de la gastronomía hindú. Para aderezar los platos, los butaneses utilizan mucho el chile, así como el queso, que son además los ingredientes estrella de su plato nacional: el Ema Datshi.
Después de cenar, me retiro a la habitación y veo un poco la tele. En un país en el que la televisión estuvo prohibida hasta 1999. En 1998, con el auge de la Copa Mundial de Fútbol en Francia, los butaneses se encontraban descontentos al no poder verlo ellos también, por lo que el rey permitió, como excepción, montar una pantalla en el estadio Changlimithang, en la capital butanesa, para que se transmitiese la final entre Francia y Brasil, sentando así el precedente para el levantamiento de la prohibición sobre la televisión menos de un año después. Sin embargo, este cambio tan radical traería enormes consecuencias que no siempre aportarían a esa felicidad buscada. De repente, todo el peso de la cultura occidental cayó sobre Bután.
Veo unos documentales de música tradicional y grabo alguna canción para poner en mis videos.
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